México • En diversas partes del mundo se ha incrementado el
interés
por publicar libros a partir de materiales reciclados, lo mismo papel
que cartón, siempre con una perspectiva artesanal en sus trabajos, lo
que no significa que no pongan atención a la calidad de sus textos y de
los diseños editoriales.
En América Latina se encuentra el germen de esta práctica
editorial,
casi siempre con el nombre genérico de La Cartonera. Sus orígenes se
encuentran en Argentina y en un tiempo de crisis económica: en 2003,
“por aquellos días furiosos en que el pueblo copaba las calles,
protestando, luchando, armando asambleas barriales, asambleas populares,
el club del trueque”, en Buenos Aires nació Eloísa Cartonera.
Existía Ediciones Eloísa, sello impulsado por Washington Cucurto y
Javier Barilaro, quienes producían “libritos de colores y poesía”, pero
con la crisis económica se incrementó el precio del papel con que hacían
sus obras y se vieron en la necesidad de cambiar el sistema.
En la actualidad cuenta con un catálogo cercano a los 200 títulos y el
trabajo
en colaboración con, por lo menos, una decena de agrupaciones de
recolectores de cartón en la capital argentina, siendo un proyecto que
rápidamente se replicó en otras partes de América Latina. Hoy día se
calcula la existencia de por lo menos 60 sellos, más de 10 de ellos
ubicados en México.
En México, el sello fundador se encuentra en Cuernavaca, Morelos: La
Cartonera, una pequeña editorial, totalmente independiente, artesanal y
artística, que no tiene fines de lucro ni recibe apoyo de institución
alguna. “Nuestro fin es disfrutar de la literatura mediante el hacer y
sentir al libro desde su inicio”, dicen sus impulsores.
Se trata de libros con portadas hechas con cartón recolectado en las
calles de Cuernavaca. Cada uno de los ejemplares se concibe como una
experiencia única pues, además de buena literatura, cada una de las
portadas es pintada por un artista en talleres colectivos.
Cuenta Nayeli Sánchez, una de las impulsoras del proyecto editorial,
que La Cartonera surgió en 2007, luego de que uno de los fundadores,
Raúl Silva —quien ya fundó su propia cartonera—, visitara Sudamérica y
si bien no conoció Eloísa Cartonera, sí se encontró con Sarita
Cartonera, fundada en Perú, de donde trajo la idea de crear una
editorial con tales características.
A mediados de 2007 comenzaron a trabajar, pero fue hasta febrero de
2008 cuando apareció su primer título: “El concepto parte del uso de
material reciclado, como el cartón, que uno puede encontrar en la calle,
aunque cuando empezamos en Cuernavaca no había cartoneros”.
“Otra de las ideas es poner en la mano de la gente literatura que no
está en las grandes editoriales. El concepto tiene que ver con eso:
literatura que nos gusta y pensamos tiene calidad, y también por otro
lado un asunto hasta político, en el sentido del reciclaje, el reuso de
materiales. Una de nuestras ideas fue darle un toque pictórico, a fin de
aprovechar el trabajo de los artistas morelenses”.
Editoriales cartoneras en
México se encuentran en Cuernavaca, Guadalajara, Monterrey, Ciudad de
México, Puebla, Veracruz, Chiapas, Oaxaca y Zacatecas. Cuando La
Cartonera se puso en marcha era apenas la octava en el mundo y la
primera en México, mientras en la actualidad hay más de 60, lo que
resulta benéfico porque permite el intercambio de obras entre todos los
sellos cartoneros.
“En la cuestión del reciclaje básicamente tratamos el cartón y papel,
pero hasta comenzamos a utilizar programas de acceso libre, con la idea
de hacer un concepto redondo: reciclo, reúso y, además, uso para editar
programas de software libre, no me voy con los grandes corporativos”.
► Tácticas de distribución e intercambio
Si bien los tirajes de cada uno de los títulos de las editoriales cartoneras
no se compara con la de los sellos comerciales —el promedio es de 100
ejemplares—, el problema principal que enfrentan es el mismo: la
distribución de sus obras. De ahí que una de las acciones de las cartoneras sea circular entre ellas algunos de sus títulos para distribuirlas incluso fuera de sus fronteras.
Una de las obras más representativas en ese intercambio fue el libro Respiración del laberinto, del poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro, el cual fue difundido por editoriales cartoneras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Chile, con un prólogo escrito por distintos escritores latinoamericanos.
Nayeli Sánchez menciona que por tratarse de un trabajo artesanal, en
el que cada quien establece “sus propias dinámicas”, también “se genera
la posibilidad de intercambio, eso es algo interesante. Incluso, estamos
en el proyecto de creación de un libro relacionado con Salvador
Allende, impulsado por la cartonera chilena”.